El punto de no retorno no es el fin del mundo; es el fin del mundo tal como lo conocemos.
Esa es la frase que resume el espíritu de “Punto de no Retorno”, el documental que desarrollamos con la Fundación Ambiente y Medio y la dirección de Nicolás Capelli y Diego Corsini.
Los científicos señalan que existirá un momento, una instancia, en la que nada volverá a ser como era. Esa bisagra, situada de acuerdo con la ciencia en el momento en el que la temperatura promedio del planeta se haya elevado 1,5 grados centígrados, significará que independientemente de lo que se haga, aun cuando las emisiones de gases de efecto invernadero cesen por completo, el clima habrá cambiado y no será posible regresar al equilibrio anterior.
El planeta, climáticamente hablando, será entonces más inestable, más adverso, más invivible, principalmente para aquellos cuya vulnerabilidad les impide absorber el impacto de los eventos naturales extremos que se sucederán repetidamente. Nada muy distinto, hay que decirlo, a lo que hoy vivimos: sequías cada vez más prolongadas, lluvias cada vez más violentas, incendios forestales más brutales.
Escribí y protagonicé este documental porque entendí, modestamente, que tras más de treinta años de batallar en los temas ambientales había un mensaje que dar: el camino que hemos elegido, de demandar conciencia individual y reposar en que los Estados cumplan compromisos que asumen livianamente, no ha funcionado. Al tiempo que desde la Eco92 de Río de Janeiro se han sucedido conferencias, acuerdos, convenciones, y demás demostraciones de presunta conciencia ecológica, todos los indicadores ambientales aparecen empeorados. “Desde que los Estados se comprometieron a luchar contra el cambio climático, las emisiones de gases de efecto invernadero crecieron más que nunca”, decimos en ‘Punto de no retorno’. Pensadores como Bernardo Kliksberg, remitiendo a la magnífica encíclica papal Laudato Si, nos ayudan a entender por qué. Como también coincide la dirigente demócrata estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez, el modelo productivo, de consumo, de explotación de los recursos naturales diseñado a partir de la revolución industrial y potenciado hasta el grotesco en la posguerra impone una lógica perversa y suicida que presupone que el desarrollo económico solo se obtiene a partir de sojuzgar a la naturaleza poniéndola al servicio de los intereses del mercado.
“Con la naturaleza no se negocia”, recuerda Kliksberg citando al secretario general de Naciones Unidas Kofi Anan.
Si bien el documental Punto de no retorno comenzó a ser ideado, grabado y desarrollado en 2019, el coronavirus condicionó no solo su terminación sino también su contenido. La pandemia puso negro sobre blanco, y de manera angustiante, una opción de hierro que plantea desde hace décadas el calentamiento global: la salud de la población mundial versus un modelo de producción y consumo insustentable.
La misma pandemia es un “punto de no retorno”. No volveremos a ser los mismos, tampoco en términos ambientales, a que éramos en marzo de 2020: los cielos y ríos limpios que vimos durante las cuarentenas estrictas nos imponen una imagen propia del siglo XXI, una era que según el Papa supone una definición nueva de progreso.
Dicen los científicos argentinos entrevistados para el documental que la Argentina exhibe ante el cambio climático una necesidad imperiosa por ser un territorio fuertemente afectado por sus consecuencias: la adaptabilidad. Eso supone pensar cómo defender a la población vulnerable de futuras inundaciones, pero también cómo diseñar un modelo agrario y productivo que contemple un clima distinto.
Y dicen los científicos que entrevistamos en el centro Goddard de la NASA, en Washington, que nunca el planeta tuvo tantos datos acerca de su condición climática ni tantos elementos para desarrollas modelos predictivos, ni tan poco interés por parte de los gobiernos para utilizarlos.
Lo digo en el documental sin ningún orgullo: soy de una generación que fracasó. Treinta años de batallar por el medio ambiente y los resultados son que la humanidad viaja hacia el abismo como un auto a 3000 kilómetros por hora y apenas discute si carga nafta super o especial.
De ahí que la expectativa, la esperanza radica en jóvenes que ya dan por aprendida la lección individual (la de separar la basura o no malgastar agua) y van por la exigencia a los gobiernos, entendiendo que solo políticas públicas consistentes y persistentes, acordes a la ética de la época, permitirán alejar ese Punto de no retorno.
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