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¿Conoces Kew Gardens?
Kew Gardens de Londres, es sin dudas el jardín botánico más fascinante del mundo. Carlos Magdalena, custodia una de las mayores colecciones de plantas: "dos de cada cinco especies están en peligro de extinción".
Naturaleza01/04/2021RedacciónTe mostramos un recorrido por Kew Gardens de Londres, el jardín botánico más fascinante del mundo, asistiendo a la consagración de la primavera en compañía de nuestro botánico más internacional, conocido popularmente como El Mesías de la plantas. Los viveros tropicales -donde ejerce como sumo sacerdote- están cerrados aún por las restricciones de la Covid-19, al igual que su rincón predilecto, la Casa de los Nenúfares.
Pero el increíble jardín de 132 hectáreas al sur del Támesis atrae ya a miles de visitantes a cielo abierto, deseoso como el propio Carlos de reconectar con la naturaleza. "Creo que es la primavera más esperada de la historia. El año pasado llegó en el arranque del confinamiento, ahora es como la explosión de color a la salida. El invierno aquí es como Las cincuenta sombras de Grey, pero la primavera es impresionante. Como jardinero, te sientes casi como un director de orquesta".
Entran los trombones -o sea, los narcisos- y Carlos Magdalena le pone letra a la música: "Ahí donde los ves, convertidos casi en símbolo de la primavera británica, llegaron aquí del Mediterráneo, y probablemente de España. Nuestro país es el centro de irradiación del mundo. Los tienes en todas las partes: desde mi tierra (Narcissus asturiensis) hasta Almería. Aunque al final son como la planta invisible: florecen dos o tres semanas y no las vuelves a ver".
Antes que los narcisos despuntaron los galanthus o gotas de nieve, y después vendrán las campanillas. El auténtico "altavoz de la primavera" son las hojas altas del arce, advierte Carlos. Pero lo cierto es que los jardineros, como las plantas, andan un poco despistados con esto del cambio climático: "Las primaveras se anticipan, los inviernos entran cada vez más tarde. Y raro es el mes que no se supera un récord: el febrero más cálido, el marzo más seco, el julio más lluvioso".
Se adentra nuestro botánico en otro de sus rincones favoritos, el jardín de bosque. Seguimos el rastro azul de chionodoxa que todo lo invade, y llegamos ante otra de esas plantas enigmáticas que llama la atención por sus flores purpúreas: "Ahí está la Lathraeda clandestina, que es parásita de la raíces de los castaños y los fresnos".
Avanzamos por el "orden desordenado" de Kew Gardens, donde la mano invisible del hombre lleva trabajando con la naturaleza desde 1759. "El otro día leí que este jardín tiene más años que Estados Unidos, y eso te hace sentir una reverencia especial. Para mí, entrar aquí en el 2003 fue como ganar la lotería de la horticultura. Fue como entrar a un lugar sagrado. Y me sentí también como un ratón en un almacén de quesos, con todas las variedades del mundo a tu alcance".
El mayor banco de ADN de plantas silvestres
El Kew Gardens aloja casi nueve millones de especímenes de plantas secas en el herbario, más el mayor banco de ADN de plantas silvestres del mundo, y unos 2.000 millones de semillas en el Millenium Seed Bank. Dos millones de visitantes pasan por aquí todos los años, y la misión ahora -contenida en el "manifiesto del cambio"- es convertirse en estandarte mundial de la biodiversidad.
"Dos de cada cinco plantas están en peligro de extinción y nadie las defiende", recalca Carlos Magdalena. "Sentimos empatía por el orangután asediado por la máquina excavadora, pero nos olvidamos de las 5.000 especies vegetales o más que se pierden cuando destruimos su hábitat para hacer sitio a las plantaciones de palmeras. Nos olvidamos de que la plantas son nuestro sustento: nos dan oxígeno, alimento, medicinas...".
Aplicaciones médicas
"Cuando vino el Covid, yo estaba convencido de que la solución iba a estar al final en una planta", recuerda el botánico gijonés. "Y no me equivoqué. Ahí tienes a la quillaja saponaria, un árbol endémico de Chile, de donde se extrae un ingrediente que sirve como adyuvante o potenciador de la respuesta del sistema inmune en las vacunas".
Seguimos avanzando por Kew Gardens, dejamos atrás el paseo central y caemos en una madriguera imaginaria hasta aterrizar en Alicia en el país de las maravillas, en palabras del jardinero fabulador. "Yo alucino con las magnolias, no me extraña que la gente se pase horas aquí fotografiándolas. Lo que más me llama la atención es ese poderoso contraste entre delicadeza de las hojas, blancas o rosáceas, y la crudeza de la madera, con las ramas al desnudo y sin hojas".
Se diría que Carlos Magdalena está finalmente en su hábitat entre el despliegue floral del paseo de las magnolias, pero algo se le enciende en sus ojillos tras las gafas cuando le preguntamos si echa de menos su invernadero y por qué esa irresistible atracción por los trópicos: "Si te gusta la vida, es donde más vida hay. Son la máxima expresión de la biodiversidad, una sinfonía de colores y formas: mariposas, pájaros, peces... Fíjate que solo de orquídeas hay unas 25.000 especies conocidas. La naturaleza es la demostración empírica de que la realidad supera a la ficción".
La "descolonización" de Kew Gardens
El director de Kew Gardens, Richard Deverell, ha abierto la caja de los truenos con su llamada a "descolonizar" el jardín, incluida en el "manifiesto para el cambio" para la próxima década. "Como muchas otras instituciones, parte de la historia del Kew tiene sus raíces profundas en el legado de colonialismo y racismo", ha reconocido a The Guardian el propio Deverell.
"Durante más de 260 años, los científicos del Kew han explorado cada rincón del mundo, documentando la diversidad de las plantas y los hongos. Hemos sido un faro del descubrimiento y de la ciencia, pero también del privilegio y de la explotación". Deverell recuerda cómo el jardín llegó a ser en el siglo XIX el epicentro del "movimiento de plantas valiosas el imperio británico para la agricultura y el comercio" (muchas de ellas obtenidas en condiciones de explotación en Asia o África, y vinculadas con la esclavitud y el colonialismo).
En su manifiesto de 26 páginas, el Kew se compromete por igual a fomentar la diversidad y a proteger la biodiversidad, extendiendo su alcances y tomando una posición más activa de cara a la opinión pública: "Hablaremos con confianza y protagonismo sobre las políticas alineadas con nuestra misión, y daremos un ejemplo de responsabilidad ambiental" (incluido el compromiso de "cero emisiones" en el 2030).
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