En este momento difícil de la historia, en el que la polarización y la violencia atraviesan relaciones sociales y personales, se hace urgente buscar respuestas
19/11/2024 (Profesor de la UMA)
La soberanía o seguridad alimentaria de una región es la certeza de que todas las personas que allí viven tendrán fácil acceso a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades energéticas diarias y sus preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana. Su importancia es obvia, tanto como que es esencial que la seguridad alimentaria se sostenga sobre procesos sostenibles. Sin embargo, hoy el sistema alimentario está cerca de un colapso dramático.
Un importante informe de la Universidad de Wageningen (centro público de investigación en Países Bajos) concluye que si deseamos seguridad alimentaria lo mejor es reducir el consumo de carne. Las científicas autoras del informe piden rebaños más pequeños y un cambio hacia dietas basadas en plantas. Lo de «rebaños más pequeños» no se refiere solo a eliminar las macrogranjas y a emplear solo ganadería extensiva. Tengamos en cuenta que otro estudio nos decía que la ganadería extensiva también empeora la crisis climática y que, en el caso más optimista, una hectárea de pastos debería tener una media de solo 1,25 cabezas de ganado, cuando la densidad real es bastante mayor.
La Política Agraria Comunitaria (la PAC de la UE) arrastra serios problemas, entre los que podemos destacar que no consigue frenar ni el uso de pesticidas, ni las emisiones de GEI, ni el declive de las especies y, además, los 55.000 millones de euros anuales acaban en manos de multimillonarios que no necesitan las ayudas de la UE. Mientras, los pequeños agricultores se empobrecen o desaparecen. Los huecos del trabajo en el campo en no pocas ocasiones se ocupan por inmigrantes (legales o ilegales) en condiciones laborales y salariales pésimas y sin las necesarias medidas de seguridad.
El informe de la Universidad de Wageningen se puede sintetizar en los siguientes puntos:
- El sector agroalimentario europeo es bastante dependiente de ciertos insumos de precios volátiles, tales como piensos para animales o fertilizantes, todos ellos de gran consumo energético. Europa ha cometido el error de hacer que la alimentación de su ganado dependa de la soja: más del 80 % de esta leguminosa proviene de Brasil y Argentina. Además, los fertilizantes nitrogenados se producen con combustibles fósiles importados, el 60 % del fosfato se compra a Marruecos y casi el 90 % de la potasa proviene de Bielorrusia y Rusia. Europa quiere ampliar el cultivo de soja en la UE, cuando lo más razonable es reducir su consumo. Esto segundo es muy sencillo si reducimos el consumo de las toneladas y toneladas de la soja que comemos indirectamente en forma de carne. Y lo mismo puede decirse del plan para producir fertilizantes usando hidrógeno (verde o del color que se quiera pintar).
- Si Europa produjera más cantidad de alimentos, los precios no bajarían. El exceso aumentaría las exportaciones y las ganancias de los grandes grupos exportadores (tal y como señalaron Nebel y Wrigth).
- No hay suficiente tierra en Europa para cultivar todos sus alimentos, salvo que los europeos cambien a dietas basadas en vegetales. Este dato es muy claro: de todas las plantas producidas en Europa (para alimentos, piensos, textiles, madera, biocombustibles y bioplásticos), el 60 % se destina a animales de granja. Es decir, Europa produce más calorías de las que necesita, pero casi todas ellas las gasta en alimentar ganado y no en alimentar personas. Vacas, cerdos, ovejas y cabras necesitan decenas de calorías de cultivos vegetales (pastos aparte) para producir una caloría de carne. Las aves de corral son las mejores carnes en sentido energético: convierten las calorías vegetales en calorías cárnicas con menos desperdicio. Eso significa que Europa podría mantener estable su consumo de carne blanca, siendo más urgente disminuir el de carne roja (cerdo y ternera, en esencia).
- El cambio a dietas más vegetales puede hacerse por cuestiones medioambientales (la ganadería representa el 85 % de las emisiones agrícolas de la UE) o económicas (suficiencia alimentaria), pero también por salud o por bienestar animal. Los ciudadanos de la UE consumen de media un 40 % más de proteínas de lo recomendado. Esto aumenta significativamente el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y diversos tipos de cáncer. Lo dice el informe y también la OMS.
- Los agricultores quieren precios justos a sus productos y no que se desproteja la Naturaleza. Si hay algunos que defienden la eliminación de las leyes ambientales, tal vez es porque está fallando la educación ambiental y tienen ideas incorrectas del funcionamiento de cultivos, ecosistemas, ecología y economía.
- Pensar que la dieta es una elección individual en la que el legislativo no debe inmiscuirse es un error más del neoliberalismo. Pensemos en lo que ocurriría si aplicamos esa mal entendida libertad a la velocidad máxima en carreteras, al consumo de tabaco y alcohol, etc. Los estados deben velar por los intereses de los ciudadanos, por encima de los intereses de ciertas industrias. Los científicos son muy claros: “Se necesitan intervenciones para apoyar el comportamiento del consumidor hacia dietas más saludables y sostenibles”. De hecho, los políticos se han manifestado en esa línea en diversas ocasiones (como el Pacto de Milán), aunque luego todo quede en papel arrugado en la papelera de un ayuntamiento.
- Algunas de las medidas que proponen son: NO dedicar el dinero de la PAC a la ganadería, etiquetado adecuado (como hemos insistido desde aquí) y educación ambiental.
- También proponen rebaños mucho más pequeños y alimentados con productos no aptos para los humanos: pastos o desechos de la industria alimentaria. Por ello, la ganadería debería ser trasladada y permitida solo en áreas no aptas para la agricultura y cerca de donde se produzcan los desechos que servirían para su alimentación. Para ser sostenibles, el número de animales debe estar determinado por la disponibilidad de estos recursos. Por supuesto, la ganadería en extensivo no debería permitir alimentar a los animales con alimentos importados (piensos).
- La mayor parte de la carne que se consume en Europa procede de granjas industriales (macrogranjas), las cuales:
- contaminan suelos, ríos y acuíferos subterráneos,
- facilitan la creación de pandemias,
- aumentan la propagación de enfermedades animales,
- contribuyen a la crisis climática,
- empeoran la contaminación atmosférica,
- provocan la resistencia a los antibióticos, y
- son responsables del maltrato sistemático a millones de animales.
El recién reelegido presidente de Estados Unidos se propone herir al sector agrícola español, al menos a los que dependan de las exportaciones a Estados Unidos, porque ha prometido subir mucho los aranceles para proteger a sus agricultores. Europa lleva décadas apostando por el mercado global —por exportar mucho y como sea— y ahora se da cuenta de que estaba equivocada y que, si lo pensamos bien, debemos volver a mercados más locales, de mayor calidad y conservando nuestros recursos en buen estado para las siguientes generaciones: agua limpia, suelos vivos, etc. Trump no pretende ayudar a Europa, pero Europa podría aprovechar sus aranceles para hacer las cosas bien.
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