Objetivo 2034: salvar a los tigres del tráfico ilegal y la destrucción de hábitats
El objetivo de conservación de la especie para WWF es que, para 2034, las poblaciones de tigres salvajes y el número de lugares donde viven se mantengan estables
Así lo explican en un estudio impulsado por SEO/Birdlife en colaboración con el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea) y el Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos (IREC), ambos pertenecientes al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Las IBA son zonas de alto valor para las aves identificadas por la ONG BirdLife International con el objetivo de conservar y proteger una red de espacios vitales a largo plazo para las aves silvestres.
Esta figura ha supuesto en España la protección de más de 10 millones de hectáreas de Red Natura 2000, ya que la mayoría de las IBA se designan como Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y forman parte de los espacios protegidos por la normativa europea.
El insecticida clorpirifós y el fármaco venlafaxina son los más preocupantes por sus efectos neurotóxicos, persistentes y bioacumulativos en la fauna acuática de las IBA, según el estudio, publicado en la revista ‘Journal of Hazarous Materials’.
ZONAS MÁS CONTAMINADAS
Los ecosistemas acuáticos de las IBA La Campiña de Carmona (Sevilla), los Saladares de Guadalentín (Murcia) y las Hoces del Turia y los Serrano (Valencia) resultan ser los que sufren mayor impacto de esta contaminación. Los resultados muestran que la actividad agrícola y las zonas densamente urbanizadas destacan como mayores fuentes de contaminación.
“Contar con una muestra representativa del impacto que supone la ‘basuraleza’ permite saber la dimensión del problema. Los datos confirman que estamos ante un problema ambiental y de salud pública generalizado y, por tanto, de primer orden que requiere de soluciones sobre el terreno, de seguimiento para comprobar cómo evoluciona y de mucha más investigación”, apuntó la directora ejecutiva de SEO/BirdLife, Asunción Ruiz.
El estudio forma parte del Proyecto LIBERA, desarrollado por SEO/BirdLife en alianza con Ecoembes para analizar la presencia de contaminantes por ‘basuraleza’ en Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad.
De las 469 IBA identificadas en España, se seleccionaron 140 áreas representativas de distintos hábitats donde tomar muestras de agua, suelo, sedimento y heces de zorro, con el fin de analizar la presencia de sustancias contaminantes provocadas por el abandono de residuos y evaluar su impacto en el medio natural.
“AMENAZA”
El 84% de las muestras analizadas contenían fármacos como la venlafaxina, la carbamazepina o el tramadol. También se detectó cafeína y nicotina en el 76% de ellas, además de pesticidas, ésteres organofosforados, compuestos perfluorados (componentes del Gore-Tex, teflón o de las espumas contra incendios, y utilizados en la industria agroalimentaria y en productos de construcción y domésticos) y benzofenona (usada en cosmética y como aditivo en la industria del plástico).
“Este es el primer estudio que cuantifica la contaminación del agua en las IBA, que recogen una gran diversidad de ecosistemas de España, y señala que los microcontaminantes orgánicos son una amenaza para los ecosistemas de agua dulce, esenciales para la conservación de la biodiversidad”, recalca Octavio Infante, autor del estudio y responsable del Programa de Conservación de Espacios de SEO/BirdLife.
Maria Dulsat-Masvidal, investigadora predoctoral del IDAEA-CSIC y primera autora del estudio, señala que 15 de los 59 contaminantes hallados están presentes en niveles de alto riesgo para los ecosistemas acuáticos de las IBA.
“Las sustancias más preocupantes que hemos detectado son el insecticida clorpirifós, por su efecto neurotóxico; el antidepresivo venlafaxina, por ser un fármaco bioactivo y ampliamente distribuido en aguas, y el compuesto perfluorado PFOS, con elevada capacidad de bioacumulación”, resume.
El trabajo indica que los contaminantes proceden mayoritariamente de la actividad agrícola y humana, aunque también de los efluentes de las plantas de tratamiento de aguas.
“La contaminación química puede generar efectos nocivos cuando alcanza los ecosistemas acuáticos, ya que supone la degradación del hábitat y la pérdida de biodiversidad en los lugares más vulnerables”, afirma Rafael Mateo, investigador del IREC y autor del estudio.
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