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Así se explica en un estudio desarrollado en la isla de San Miguel, donde los investigadores comprobaron cómo la cantidad de especies de diatomeas (algas unicelulares que están en la base de la cadena trófica) se redujo un 27% en todos los lagos de esa isla a partir de 1982, cuando la temperatura en el hemisferio norte aumentó 0,35 ºC respecto a la media del siglo XX.
Es probable que los cambios que han detectado en los lagos del archipiélago se estén dando también en otros ecosistemas lacustres de todo el planeta, según los autores, que han publicado el estudio en la revista ‘Communications Earth & Environment’.
“Lo más grave de estos datos no es la reducción de casi un 30% de las especies de diatomeas en un lago, sino que es una disminución que hemos visto que se ha producido a escala regional en toda la isla, lo que indica que se está produciendo una homogenización”, indica Miguel Matías, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN).
Matías añade: “Gracias a los registros sedimentarios que tenemos, que en algunos lagos llegan hasta hace entre 4.000 y 5.000 años, sabemos que estos descensos en la diversidad de diatomeas se han producido en lagos concretos a causa de perturbaciones ambientales, pero no en toda una isla como ocurre ahora. Además, eran descensos puntuales de los que el ecosistema se recuperaba fácilmente”.
Se conocen alrededor de 20.000 especies distintas de diatomeas, grupo que se usa como referencia para conocer las condiciones medioambientales de un ecosistema, así como para estudiar los cambios climáticos que se han producido a lo largo de la historia de la Tierra.
“En las Azores ya se aprecian cambios en las comunidades de estas algas desde que el ser humano comenzó a expandirse por el archipiélago. Con este estudio hemos comprobado que en 1982 se traspasó un límite, un punto de no retorno, que ha homogenizado los lagos a nivel regional lo que implica la disminución de sus servicios ecosistémicos”, sentencia Sergi Pla-Rabés, de la Universidad Autónoma de Barcelona y del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF).
Según la investigación, el conjunto de perturbaciones antropogénicas del ecosistema ha provocado que se desarrolle fitoplancton formado por algas de menor tamaño y cianobacterias, con frecuencia acumuladas en la superficie, que impiden que la luz del sol penetre en zonas más profundas del cuerpo de agua.
“Al disminuir la disponibilidad de luz, se reduce el hábitat disponible para las diatomeas bentónicas y el número de especies simplificando profundamente el ecosistema”, comenta Vítor Gonçalves, de la Universidad de las Azores.
Pla-Rabés subraya: “Nuestra hipótesis es que esta homogeneización que hemos documentado en la isla de San Miguel se está produciendo en los ecosistemas lacustres de zonas insulares y posiblemente en regiones lacustres aisladas del hemisferio norte y del planeta”.
Por ello, los investigadores proponen aumentar procesos de restauración ecológica que permitan incrementar la diversidad ambiental en toda la isla de San Miguel. “La degradación de los ecosistemas no es algo que se pueda revertir completamente, no podemos aspirar a volver a tener la situación ambiental que había en el pasado, como si en las islas no hubiera poblaciones humanas”, según Pedro Raposeiro, de la Universidad de las Azores.
Gonçalves concluye: “Es necesario centrar los esfuerzos en puntos de la isla, de manera que se mantengan las explotaciones ganaderas o las infraestructuras fuera de las cuencas de los lagos. Se trata, en definitiva, de practicar una restauración ecológica que tenga en cuenta la situación económica y social de quienes viven en la isla”.
(SERVIMEDIA)
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